En los últimos meses he sido testigo de la ruptura de varias parejas que arrastraban una convivencia de muchos años. Personas increíbles que habían unido sus vidas para ser felices como una sola.
Lo hacemos todos sí podemos.
Buscamos y con suerte encontramos al amor de nuestra vida, a nuestro compañero de viaje y con él cambiamos poco a poco nuestra individualidad para formar un todo, para llevar una vida en común y alcanzar unidos nuestros sueños.
Tengo que decir que arrastro a nivel familiar un alto porcentaje de separaciones. Sin ir más lejos y en tiempos de postguerra mi abuelo paterno abandonó mujer e hijos y emigró a Alemania donde al poco tiempo formó una nueva familia. Nunca volvió.
Y me ha dado por pensar en lo duro que debe resultar.
En realidad me parece de una valentía excepcional que hoy en día una pareja decida dejarlo cuando observa que es más lo que les separa, que lo que les une.
No nos engañemos, en esta sociedad es más fácil vivir con un compañero de viaje que hacerlo solo. Reinventarse laboralmente puede estar a la orden del día pero reconstruir tu vida de nuevo como individuo, tras años de convivencia, no tiene que ser nada fácil.
Cierto es que, como dicen, todo llega y todo se pasa y más vale juntos que mal acompañados, pero no se trata de eso.
Son muchas las pequeñas cosas que tienes que volver a hacer solo. Desde empezar a dormir ocupando toda la cama, a salir con los amigos, asistir a cumpleaños infantiles, estrenos de cine o simplemente salir a cenar. En resumen, a enfrentarte a situaciones sociales a las que antes ibais juntos.
Pero no es sólo eso. Es la soledad. Tras la ruptura debes tomar tus propias decisiones, sin segundas opiniones. Debes prescindir de una caricia, de un abrazo y hasta de una discusión aunque los necesites. Debes asumir por tí mismo la responsabilidad de tu propia vida.
Tengo amigos que nunca han tenido relaciones largas, no han convivido con nadie, de modo que para ellos no es lo mismo.
Y curiosamente los que tenemos pareja les instamos a conocer a alguien con quien compartir su vida. ¿Por qué? ¿Porque así serán más felices? ¿Porque creemos que es lo correcto? ¿Y si no es así?
La felicidad se encuentra en el interior de uno mismo, tengas o no pareja.
Y tener pareja, aunque te quieras con locura, tampoco es ninguna garantía.
Sin embargo, las películas románticas gritan a los cuatro vientos cómo tu vida será plena sólo cuando encuentres al amor de tu vida, creando en muchos casos altas expectativas.
No es que no crea en el amor. Para nada. Soy una romántica empedernida. Es que pienso que aunque lo encuentres, aunque lo llegues a vivir, igual no es suficiente.
Quererse con toda el alma no siempre es suficiente.
Por eso, admiro la valentía de decir ¡Basta! que muestran estas parejas, que son capaces de poner fin a una relación que ya no va a ninguna parte.
Aunque se les parta el alma porque de algún modo todavía se siguen queriendo…