Al igual que una pequeña oruga no se convierte en mariposa sin pasar por su etapa de crisálida, el adulto superdotado no alcanza su mejor versión sin pasar por un intenso proceso. Altas Capacidades. De la identificación a la aceptación, del antes al después, del ayer al ahora.
En el mundo de las Altas Capacidades se le da una enorme importancia a la identificación y en parte es lógico que así sea, ya que como en cualquier otra lucha, si no existe un número mínimo de sujetos que se vean afectados por la causa, la probabilidad de éxito será mucho menor. Y no hay mucho más que añadir en un campo en el que se presupone que tan sólo un 10 % de la población pertenece a él, o un 2 % si nos basamos en la visión psicométrica jerárquica.
El caso es que se incide en la identificación pero no en el después y esto me recuerda a un libro que leí cuando era adolescente, y que empezaba relatando la historia de amor entre un hombre y una mujer justo después de su matrimonio. El «después de» es lo que me resultó realmente intrigante, porque cuando eres una adolescente romántica que lee novelas rosas observas que todas ellas ponen el punto y final cuando los dos acaban juntos, pese a que es a partir de ese momento cuando realmente empieza la relación de pareja. Y en el mundo de los adultos superdotados pasa parecido, parece que el final de todo sea la identificación, pero ahí es cuando empieza todo.
Muchos adultos superdotados no se plantean ni siquiera que lo son y nunca se evaluarán aunque se sientan en muchos casos, bichos raros que no encajan. Seguramente achacarán el motivo de su inadaptación a su personalidad, a su excesiva sensibilidad o a su escaso carisma. Otros, menos mal, son personas felices que se sienten bien consigo mismas y que no tienen la más mínima curiosidad en ir más allá en su proceso de autoconocimiento. Pero para aquellos que se sienten como los primeros y que aún así deciden, haciendo acopio de un gran valor, resolver sus dudas, lo que viene tras la identificación es un tsunami emocional que muchas veces desestabiliza el poco equilibrio que tienen en su vida. Y este proceso de aceptación que les lleva finalmente a comprender quiénes son, el salir del capullo para convertirse en mariposa, es digno de mención.
En las Altas Capacidades, como en todo, hay muchos síndromes, siendo el síndrome del impostor el que quizás puede ayudar a entender lo que cuesta aceptar el resultado de la identificación. Este síndrome consiste en creer que uno no es tan inteligente como para ser superdotado y que en cierto modo es, como su nombre indica, un impostor. Mujeres como Jocelyn Bell, astrofísica norirlandesa que codescubrió la primera radioseñal de un púlsar y mereció un Nóbel, reconoció haberlo padecido, y al igual que ella numerosas mentes privilegiadas.
Y es que si te dicen que tú perteneces a un grupo de personas cuyas cualidades crees no tener, probablemente no te sentirás un igual entre ellas, se deba esto a que desconoces que una de las principales características de los superdotados es su elevada heterogeneidad, o a que la visión que tienes sobre ti mismo está totalmente distorsionada. En cualquier caso para llegar a comprender que tú «también lo eres» debes conocer esta heterogeneidad, deshacerte de todos los mitos que existen y partir de la posibilidad, por mínima que te parezca, de que quizás sea verdad.
Y es ahí, precisamente en el instante en el que haces un click y te dices a tí mismo «y si sí…», cuando empieza lo más difícil. Aceptar que tu realidad hoy es tan buena como cualquier otra realidad que tuvieras de haberlo sabido. Porque el pasado vuelve a tu vida como un huracán que quiere arrasarlo todo, y empiezas a pensar día tras día qué hubiera sido de ti si lo hubieras sabido antes, si hubieras escogido otros caminos.
¿Acaso todo hoy sería mejor?
Da lo mismo. No se trata de eso, no hay un mejor ni un peor porque esto no va ni de éxito ni de fracaso, va de entender que tu pasado forma parte de un camino de aprendizaje que quizás no acabe nunca.
Así que una vez entiendes que «tú sí» y que tu vida actual es tan buena como cualquier otra, empiezas de verdad a verle el sentido a todo. Y curiosamente todo cambia, aunque nada parezca hacerlo. Quizás tu vida sea la misma -tus amigos, tu trabajo, tu familia… – pero tú ya no lo eres. Ahora sabes quién eres, qué te diferencia de otros, por qué tus reacciones son distintas, qué te identifica y te hace único. Y tu mirada, la que tenías antes, ya no es igual. Tu consciencia es otra y tus Altas Capacidades ya no lo explican todo, no son la excusa y sobre todo no tienen la culpa. Te haces responsable de ti mismo y te enfrentas a tus miedos.
Algunos lo llaman a esto el proceso de duelo y quizás lo sea. Un duelo simbólico porque pierdes tu identidad y debes decir adiós a tu yo anterior, al que conoces a la perfección y con el que llevas conviviendo muchos años.
Quizás sea así, quizás no. El caso es que cuando aceptas esta nueva realidad todo cobra sentido y te conviertes en alguien mejor.
Así que sí, es un proceso importante que puede llevarte meses, incluso años. Tendrás tus altibajos y vivirás en continuas «montañas rusas» como apunta Jeanne Siaud-Facchin en su libro ¿Demasiado inteligente para ser feliz?, pero merecerá la pena porque al final del camino, te mirarás al espejo y sencillamente «te verás».
Sí, así es. Pero ya se sabe, hasta que no sellas la paz con tu pasado no puedes mirar hacia el futuro.
Gracias por esta reflexión. Desde luego que es un montaña rusa.
Yo aún sigo con ese pensamiento de «qué hubiese pasado si lo hubiese sabido» si alguien hubiese visto las señales cuando era niña (porque estaban ahí). Aún siento rabia incluso hacia mí misma por haber ocultado mis capacidades durante toda mi vida, por haber sido una persona que no era, por no ser yo misma.
Pero también sé que nunca es tarde para cambiar y para llevar la vida que encaja con mi verdadera YO, llevar la vida que quiero y ser yo misma de verdad.
Darme cuenta de que tenía altas capacidades no ha sido fácil pero a la vez es lo mejor que me podía haber pasado.
Gracias por tu aportación Francisco. Realmente el proceso de aceptación es muy intenso y personal, y claramente, si lo pasas acompañado, es mucho mejor. Aunque esto último no es tan sencillo, al igual que un duelo depende de cada uno. Aún así es un momento especial de desarrollo personal, de conocimiento de uno mismo que bien aprovechado te lleva a vivir momentos de paz y de serenidad brutales. 😌
¡Gracias Mª Ángeles!
Me ha encantado el artículo. Para mí es como el resumen de un año de exploración del tema 😉
Y realmente se pasan varias etapas, entre ellas la negación, el duelo, el enfado y la aceptación. El síndrome del impostor más o menos bien llevado, y por qué no, el de exploración de uno mismo y otros.
Esa heterogeneidad y los mitos complican aún más el tema.
Pero como se suele decir, el camino bien acompañado, no es tan duro.
Un abrazo,
Francisco